16 nov 2012

Capítulo 50

Con la cabeza en un lado y el corazón en otro... y viceversa
Natalia Moragas Segura


Hace apenas unos días que leí en el Facebook la invitación abierta de Jaime Almansa de seguir con la línea de debate sobre el futuro de la arqueología en España y me salió un: ¡yo misma! Jaime amablemente me dijo que sí y aquí ando intentando pensar en qué puedo aportar sobre dicha cuestión.
Lo cierto es que mi perfil laboral en la arqueología es “normalmente anormal”. Me explico: desde hace veinte años y, con mayor o menor fortuna, me dedico a la arqueología mesoamericana. Y digo con mayor o menor fortuna porque como suele suceder en nuestra profesión, algunas veces hemos tenido que aparcar la práctica profesional de nuestro oficio para dedicarnos a cosas tan mundanas como cobrar a final de mes. Bromas aparte, a menudo me he sentido un poco rara avis en este mundo arqueológico aunque ahora creo que formaba parte del proceso de aprendizaje, no tan sólo de lo que supone la adquisición de conocimientos, sino del propio medio académico y de gestión universitaria y profesional.
En definitiva y de lo que va este libro… ¿cuál es el futuro de la arqueología en España? O mejor dicho ¿Cuál es el futuro de la arqueología hecha en España? Dado que mi experiencia profesional y personal en los últimos veinte años se ha desarrollado en México y más recientemente en Brasil, creo que mi aportación será una reflexión muy genérica sobre la internacionalización de la arqueología española y su papel en el futuro.
Mi experiencia personal es moderadamente optimista. Moderadamente por la progresiva (aunque tímida) participación  de la arqueología hecha por españoles en proyectos fuera de España y el reconocimiento del trabajo de estos investigadores. Optimista porque de mi época de estudiante hasta hoy en día sí que se observa una mayor apertura de investigadores españoles en proyectos de investigación internacionales.
Sin embargo me sigue sorprendiendo que cueste tanto la internacionalización de la investigación arqueológica y más teniendo en cuenta que en general estamos bien reconocidos tanto por nuestra formación como capacidad de trabajo y nuestra integración en grupos internacionales. A menudo en mis clases acabo sorprendiendo a mis estudiantes comentándoles que hay trabajo ahí afuera. Claro que el “ahí afuera” normalmente se refiere a fuera del continente europeo, en países en los que la formación arqueológica se está implementando y que además están en pleno desarrollo de infraestructuras requiriendo por lo tanto, de una arqueología de urgencia. Además ese “ahí afuera” se refiere también a universidades de provincia y no a las Universidades principales. No obstante, resulta de lo más gratificante saber que contribuyes a la creación de las bases de la arqueología en una región.
No es un camino fácil y menos en un país que aún ve mayoritariamente como un mal el hecho de emigrar y no como parte de la formación laboral. Y es duro cuando son países muy lejos de lo que nosotros consideramos normal en nuestro (ex) Estado del Bienestar.  Pero es un camino aún no del todo explorado y que obviamente requiere de una inversión personal. Me sigue sorprendiendo la poca presencia de empresas de arqueología españolas en licitaciones internacionales o colaborando con otras empresas y/o universidades en proyectos de este tipo. Me sigue asombrando la poca movilidad de nuestros estudiantes y jóvenes profesionales en un siglo en el que las fronteras del conocimiento se diluyen gracias a internet.  
Hay aún un largo camino por recorrer pero ya hemos andado los primeros pasos.

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